La Furia 2021, Noticia

Inauguración La Furia del Libro Migrante | Extranjera en su propio país

La Furia del Libro

Ante la emoción de volver a la presencialidad, debo agradecer de entrada a todos quienes hacen posible La Furia del Libro. El financiamiento del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio –esperando que no deje de existir por definir la cultura bajo los estándares de la ONU–, a nuestro querido equipo de producción que se mata cada año –y que por los aforos este año es enorme–, a las editoriales que se sometieron a los protocolos sanitarios y al GAM, querido GAM, a cada uno de sus productores y técnicos que no conocemos pero que sabemos que están con nosotros. Querido GAM, también esperamos que no desaparezcas por tu peligroso pasado popular.

No voy a hacer un discurso simbólico sobre zanjas, muros o alambrados. Cuando el horror de nuestras pesadillas amenaza con ser trasladado a la realidad, cuando las metáforas desmontan su magia olvidando que son metáforas, quizás convenga también entrar en el nuevo juego que proponen.

Porque el abuso de la poesía también puede convertirse en un slogan. La reducción de imágenes y la generalización, puede terminar en propuestas simplistas y violentas. Un pensamiento binario, maniqueo, donde el bien está bien y al mal hay que castigarlo.

No dudaría de la verdadera necesidad de quienes viven en el norte. Habiendo aumentado de ocho mil a sesenta mil el ingreso de migrantes entre Bachelet dos y Piñera dos, es una avalancha. Las carpas instaladas en plena calle, los servicios públicos colapsados. Chilenos que de pronto sienten que estas personas nuevas además son cuidadas por los derechos humanos, mientras ellos, habitantes de un país que propicia la competencia, la deuda y la mercantilización de los derechos básicos, siempre han sido postergados.

Después de lo que pasó en Iquique hubo algo que me conmovió. El sensual Spiderman viajó hasta allá solo, sin que nadie se lo pidiera. Se instaló en los restos de los campamentos y bailó para los niños. Los entretuvo, los hizo volver a jugar y a reír. Para él no eran migrantes. Eran niños. Y su vida valía por sí misma. Tenían –tienen– dignidad.

Pero para las mentalidades extremas, cuyo único foco es hacer negocios de la más mínima oportunidad, las personas lo último que tienen es dignidad. Así es como lo que creíamos que eran derechos fundamentales hoy son mercancía. Incluso –y me arriesgo a sonar patriota– nuestra institución de la presidencia de la república fue corrompida, manejada por intereses de pequeños grupos que nos arrastraron a todos a su bolsillo.

Existe un pacto de Marrakech, también llamado Pacto Mundial sobre Migración. Allí se establece una serie de protocolos para encausar y asistir el fenómeno migratorio. Entre ellos quisiera destacar tres: los derechos humanos y servicios básicos para quienes intentan ingresar a un país, es decir, refugios para no morir de frío en Colchane, por ejemplo; coordinación internacional entre vecinos para atacar el problema de origen y colaborar entre todos los países de destino; y desarrollar una integración social ordenada, que no colapse los sistemas públicos ni que haga competir a los seres humanos por un espacio, por una oportunidad o por vivir.

Viene al caso mencionarlo porque estamos en un festival literario. Y el canciller que ejecutó las decisiones políticas ha publicado algunos libros de ficción. Por medio de Roberto Ampuero, nos enteramos de que después de participar en las negociaciones, Chile desistió de firmar el Pacto de Marrakech. Dijeron que no podían permitir que un tratado dictara políticas internas, siendo que el tratado no era vinculante precisamente para respetar esa diversidad en cada país. Dijeron algo parecido para no firmar Escazú. Bajo la chiva de la soberanía, han desistido de unirse a esfuerzos internacionales para proteger el medioambiente y los derechos humanos, mientras que para el TPP no corre el mismo argumento. No tienen problema para enriquecerse promoviendo la concentración económica de multinacionales que son capaces de poner su talón de hierro sobre nuestros Estados.

Se podría argumentar que lo que está pasando hoy no tiene culpables. O que el fenómeno migratorio es mundial y no hay nada que hacer con eso. Pero en Chile se dejó suceder algo. Dos meses después de abandonar el Pacto de Marrakech Piñera viajó a Cúcuta. Tan preocupado que estaba de la soberanía nacional que invitó públicamente a migrar hacia Chile como una forma de apoyar a Trump.

Hacer muros, hacer zanjas, tranquiliza rápidamente a quienes tienen miedo. No pondremos en duda su miedo. Pondremos en duda a las autoridades que explotan ese temor con fines políticos y económicos, que explotan la situación de vida de un ser humano con fines estratégicos personales, abusando de la violencia estructural facilitada por el actual sistema.

Quiero citar a la Convención Constitucional porque están haciendo un trabajo tremendo. Hace un par de semanas un sector quiso instalar una definición de rechazo a la violencia como expresión política, es decir, venga de donde venga. Pero abriré comillas citando la declaración que finalmente fue emitida, luego de una necesaria deliberación. Sabemos que condenar la violencia “no es suficiente ni responsable. Es reducir el problema y utilizarlo de manera demagógica. Es indispensable añadir el análisis sobre sus orígenes. Solo así podremos tomar las medidas adecuadas para ponerle fin de manera definitiva”.

Las soluciones penales son insuficientes y manipuladoras. En el primer punto del programa de Gabriel Boric está firmar el pacto de Marrakech. El otro programa habla de hacer un hoyo en el piso.

No estamos definiendo elecciones políticas. Sino abriéndole el futuro a un tipo de mentalidad.

 

Por Simón Ergas, director de La Furia del Libro

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